
- No preste demasiada atención a lo que dice el artista so-bre su propia obra; los artistas no saben bien por qué hacen lo que hacen.
- Anteponga el arte al artista; usted puede estar a solas con la obra de arte, sea insaciable y egoísta —mas no celoso o autista—.
- ¡Deténgase! No permita que el prestigio de un galardón social sea lo único que invite a mirar con atención una obra de arte; las alabanzas o las canalladas son como las tetas: una esta mal, dos son perfectas, pero tres, aunque le añadan volumen al argumento, son monstruosas (así haya pechos preciosos).
- Si usted descubre la fórmula que compone una obra de arte tenga cuidado con atribuirle una preparación demasia-do precisa, la facilidad de los resultados es engañosa.
- Las obras de arte solo exageran algo que usted ya sabe; en algunos casos el desprecio radical que usted siente por una obra no es mas que una forma velada de autocrítica.
- Póngale comillas al “crítico”; desconfíe de todo discurso que en miras a ganar contundencia no matice: el enfrenta-miento veraz con una obra de arte exige un escudo de armas cargado de interrogantes.
- La lectura de una obra de arte tiene solo tres enemigos: el artista, el crítico y el espectador —intente por un breve momento no ser uno de ellos—.
- Ante las explicaciones, dude; no trate de conocer las obras de arte, trate de comprenderlas; vaya paso a paso en su lectura, evítese los resúmenes. Describa e interprete; no interprete primero y luego describa.
- Llegue a las obras de arte cuando están distraídas, ¡sorpréndalas!
- Sea profundamente superficial en su observación, mire al frente, mire abajo y mire arriba; si sólo quiere ideas acuda a una iglesia de cienciología, si sólo quiere formas vaya a un almacén de pantuflas; si busca algo incapaz de separar la forma de las ideas, ensaye una dulcería o disfrute de la exposición de arte.