Wilhem Wagner Pizano
Carolina Pizano Wagner (Nina Pi)



















SOCIALES (Y ANTISOCIALES)






































CRÍTICA
Los Wagner somos así
¿Quién carajos soy yo? continúa preguntándose, a sus 80s, Pedro Manrique (Figueroa), el collagista precursor, “el secreto mejor guardado del arte colombiano”, nuestro común denominador, el representante nacional del artista desatendido, oscuro, ‘fracasado’. La respuesta? Una estrategia curatorial indirecta, Las Edades. Una serie inspirada en aquella laminita filosófica de origen europeo que prolifera en nuestras paredes populares: la alegórica pirámide sobre el ciclo vital, y su romería de gentes ‘desde la cuna a la tumba’. Todo para que otros Manriques, otros artistas potenciales, se abran una brecha en el muro del arte y puedan arreglárselas con el trámite de identidades que ahí se maneja. Como anunció el collagista y poeta de Choachí,
Hoy en el mundo
Antes de la hora
Sin aparatos! Sin píldoras!
Sin gimnasia! Sin masajes!
Muerte rápida
una realidad que avanza triunfante!
Beneficiese ya
es de todos!..
no la desperdicie.
Las Edades ilustra en 9 pasos aquel salto mortal, inevitable. Resulta curioso, sin embargo, que en este abanico de desempeños artísticos no encuentren cabida los niños ni los adolescentes, (edades sin oficio, parece), como si sólo a partir de los 20 pudiera salirse con algo decente. Es así como el ascenso escalonado de la primera mitad de Las Edades no parece diferenciarse demasiado de la programación habitual con su ramillete arreglado de ‘jóvenes talentos’, de inversiones confiables, a futuro. Lo que justifica en cambio esta curaduría democrática (vía gráficas Molinari) comienza a mi modo de ver en el descenso; cuando la lógica expositiva se subvierte y la escena va siendo ocupada por artistas seudoanónimos, por obras sin situ, por oportunidades tardías, y resurrecciones a destiempo. Y como los muertos no aplican, el juego se libra al azar de los que quedan, y ven en la obra acabada ocasión de entender algo, de atar cabos, de reconfigurar una historia a ver si se logra ubicar el lugar propio en las ramificaciones cifradas del linaje.
Las Edades (70 a 80 años) 14 Salón Regional, Zona Centro
Wilhelm Wagner Kappler
Carolina Pizano Wagner (Nina Pi)
- Wilhelm + Carolina = 80
En mi casa siempre hubo unos retratos de personas que nunca supe quiénes eran. Mi mamá nos decía que las había pintado su abuelo. […] Lo único que sabíamos era que mi bisabuelo había llegado con su esposa e hijos huyendo de la Segunda Guerra Mundial, porque debido a su habilidad para trabajar los esmaltes, en Colombia él podía ayudar a hacer las medallas del general Rojas Pinilla. […] Desafortunadamente, algún tiempo más tarde, ambos abuelos se quitaron la vida. La historia está vacía y llena de interrogantes.
La abuela Baerbel, hija del pintor, y testigo más inmediato, le cuenta a su nieta por correo electrónico detalles de la trágica vida del artista y su familia.
Hola Carolina, para que conozcas y comprendas a tu familia alemana, te voy a contar la historia desde los comienzos, de mis padres, la de Manfred y la mía.
[de los correos]:
Desde pequeño,Wilhelm pintaba con el carbón de la estufa sobre papel al óleo detrás de la misma. Nunca fue comprendido por sus padres que eran campesinos sencillos y necesitaban ayuda en las labores agrícolas y no un niño que sólo pensaba en pintar. […] Mi papá tenía un pequeño taller para la fabricación de insignias y medallas, muchas pintadas al esmalte. Mi mamá trabajaba en un negocio muy grande de ropa que pertenecía a una familia judía […] Su carácter inconstante y el empeoramiento de la esquizofrenia, hacían muy difícil la vida en familia y realmente mis recuerdos de esa época no son muy gratos […] En los años de la guerra se perdieron muchos niños y yo tenía un cartón con mi nombre y dirección con una pita amarrado alrededor del cuello […] No somos ninguna excepción, muchos pasaron igual o peor, sobre todo los alemanes que vivían en la zona ocupada por los rusos […] Yo iba todos los días a la iglesia a rezar por mi papá, para que volviera de la guerra (no teníamos noticias de él) quizás algún día mis nietos se interesen por la familia Wagner. […] Mi padre llegó en el año 1951 a Colombia. Desde un comienzo quedó impresionado del colorido de la naturaleza. No es sorprendente su entusiasmo, después de dejar atrás a Alemania en ruinas. […] Me alegro mucho que estudies arte y que alguien de la familia haya heredado el talento y lo aplique en una profesión.
La exposición, inicialmente, consistía en 18 paisajes [10 óleos y 6 acuarelas]: Alemania y Colombia. 6 retratos. 3 bodegones. 1 cuadro de medallas. Proyección de fotos de obras que están en Brasil, USA, Pforzheim. Mesa con fotos familiares. Mesa con libros de la WWII del abuelo: diccionarios. Presencia alemana en Colombia y libros del Reich. Es decir, una historia de familia enmarcada en uno de los momentos más críticos del siglo XX, y una colección de pinturas, esmaltes y medallas.
En cuanto a los paisajes de factura abierta, a brochazo limpio, poco detallado, y muy emotivos, parecen ejecutados en directo, como los impresionistas, y traducen más su placer por la expedición en campo abierto, por el pleno ejercicio del trazo liberado (el atávico nervio alemán, expresionista) que una exigencia pictórica específica. Imágenes naturales, pintorescas, pautadas por una serie de retratos de cabezas sólidamente construidas: un autoretrato, unos jóvenes, y algunos ancianos (las edades), como si el pintor quisiera descifrar en esos rostros los avatares de la identidad y su descendencia. Sin embargo, a pesar de la crónica tremenda, ninguna imagen remite o ilustra, así sea levemente, ‘los desastres de la guerra’. Lo que vemos es la superficie del río y no las corrientes que lleva. Cómo relacionar entonces las pinturas sobre fondo amarillo y el plegable con la crónica de la abuela Baerbel?
El día de la inauguración, noté que Carolina llevaba en la oreja derecha una figurita esmaltada de las que hizo su bisabuelo, una porrista pin-up en amarillo y azul con la falda levantada. Lo que me hizo recordar el ‘cuadro de medallas’ del Reich que estaba en la lista inicial, el plato fuerte… Tu Opa –cuenta la abuela Baerbel- tenía en el cuarto de la TV alrededor de una docena de desnudos y en la sala había un marco con fondo verde y vidrio con las insignias, no de Rojas Pinilla, sino del 3er Reich, con las que condecoraban a los oficiales alemanes. Y cuando le pregunté por qué no estaban expuestas, me dijo que No se trajeron por cuestión de seguridad, razones políticas… Una lástima, pues a juzgar por lo que puede verse en los archivos de sus obras en la página web, lo más relevante como documento histórico, artístico y técnico, serían las medallas, los esmaltes (su oficio inicial), los trabajos ausentes.
En Wikipedia leemos que “el empleo de la esvástica fuera de un contexto histórico se considera tabú en casi todo el mundo. En la actualidad, la legislación alemana prohíbe y sanciona el uso en público de la cruz gamada y otros símbolos nazis.” Lo que se complementa con la aclaración de Carolina en uno de los textos no publicados:
Las medallas no comprometen en absoluto ni las creencias de mi familia ni las mías. Reconocemos el absurdo genocidio ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Me parece importante mostrar las imágenes porque son documentos históricos, y en este caso ayudan a reconstruir el trabajo en esmalte, y el contacto que Wilhelm Wagner tuvo con las medallas de los soldados de la guerra.
Sin embargo, tengamos en cuenta el verdadero ‘riesgo’ que puede ofrecer el que en estos trabajos aparezca la ominosa insignia aquella. En una entrevista le preguntan a Errol Morris, el transparente y reconocido documentalista:
ML – Y no consideró usted en algún momento utilizar la entrevista de Fred en su último documental, Fast, Cheap & Out of Control?
EM – Sí, aunque no realmente. Mi esposa tiene esta frase: ‘sea lo que sea Hitler, no es un condimento.’ Cuando usted agrega Hitler como un ingrediente a cualquier cosa eso se convierte en sabor Hitler; él todo lo domina.” Eso hubiera destruido Fast, Cheap, esencialmente.
De acuerdo, en su lugar funcionan mejor las memorias pintadas y escritas de los antepasados. Así nos parezcan incompletas.
—Mauricio Cruz Arango
15 de septiembre 2012