30 a 40 años

¿Me encontrará la felicidad?

Roman Hutter y María Fernanda Chaparro


SOCIALES (Y ANTISOCIALES)



CRÍTICA

¿El mundo está cuando yo no estoy?

¿Y cómo no sentirse en el momento de filmar algo tan misterioso, un impostor?
De la abyección, Jacques Rivette

Findet mich das Glück? es el título en alemán del libro raro que María Chaparro y Roman Hutter tradujeron para así nombrar su exposición: ¿Me encontrará la felicidad?. Los artistas suizos Peter Fischli y David Weiss fueron los autores de dicho libro, hecho de puras y divertidas preguntas. En el texto de la muestra anterior de Las Edades algo se dijo sobre cómo un título puede cuestionar al espectador. Más que cuestionado, el título de esta exposición me dejó perplejo. Además de las obras, en la tarde y noche del sábado 5 de mayo, me sorprendió un fenómeno astronómico conocido como luna de perigeo, la luna llena más cercana a la Tierra que todas las del 2012. La luna estaba lela, y los búhos decían la trova paralela. Desde el patio bajo de la casa que abriga la galería, algunos vimos esa luna aparecer grandiosa y en toda su plenitud por detrás del calado roto de madera de la puerta de entrada. Adentro yo había asociado las formas de esa celosía con Alas Membrana, obras de Roman y de María respectivamente.
Voy a las obras antes de dar razones a la locura. Suculenta, una maciza y temblorosa pieza de gelatina verde, y Membrana, una superficie de poliuretano elástico con perforaciones curvilíneas, son las únicas piezas translucidas de una exposición principalmente marcada por tonos y colores pastel. Una infinidad de relaciones y diálogos se establecen en medio de la vieja casa de pisos de ladrillos y baldosas, paredes de adobe pintadas de blanco y puertas de azul. El contraste material que crean las dos obras de María con la opacidad de su mundo es apenas una de esas relaciones.

La complejidad de pensar y organizar en el espacio cosas nuevas y cosas hechas en diferentes períodos de la vida, se revela al visitante de manera clara y sencilla, por más que los caminos del trabajo y de la vida no sean tan simples. Hay lucha, pero la sensación que queda es de una pausa, temporal reconciliación y diálogo amistoso entre contrarios.

Cualidades difíciles de conciliar, como pensamiento, técnica y sensibilidad, hacen la diferencia entre una buena exposición de obras tridimensionales como esta y otras que se valen de discursos retóricos para existir. Transmite una peculiar sensación de “vida”, como si el trabajo todo sutilmente tratara de recordar nuestra historia, revelar nuestro origen y contar nuestra biología al lado de una muerte tan común, aceptable y asombrosa como puede ser la de los insectos y pájaros, y as piezas que les sirven de tumbas.

Los años juveniles de trabajo, vivencia y reflexión ayudan a decantar la euforia, filtrar los excesos y destilar los placeres y alegrías. La exposición contiene lo necesario, es pequeña y suficiente, abierta y coherente, amplia en su escala e inaprensible en su inmanencia. Me lleva a pensar absurdos y hacerme preguntas simples, como lo harían, de manera distinta, el dúo Fischli/Weiss si todavía pudieran jugar como antes, o si la frágil alma a la deriva de Weiss pudiera pasear por este mundo dentro del mundo, palpable y material, construido tanto de erotismo y pulsión de vida como de reposo y paz para agitados seres voladores.

¿Qué pasaría si invirtiéramos la lógica y sacáramos de la aguda muestra preguntas para un libro necio? Podrían surgir interrogantes como: ¿Tiene el grandote y misterioso infante de cemento la misma mirada de Rimbaud? ¿Cuántos medianos y grandes labios tiene el “hongo” rosado que se abre en la pared? ¿Se mueven y crecen los pequeños hongos de bronce sobre los grandes troncos de madera en descomposición? ¿de dónde sacan su energía y virilidad?

¿Por qué se hunde el tablado del viejo piso cuando uno da la vuelta por detrás de la tumba del cucarrón? ¿Por qué siguió latiendo el corazón del colibrí que ya no vuela? ¿Sólo los niños pueden tocar y profanar las tumbas del cementerio de insectos? ¿Qué sexo hacen y qué sexo tienen las polillas muertas? ¿La piedra, las alas y la membrana están hechas de la misma materia que los sueños? ¿Por qué se subió el niño grande en la piedra? ¿no es hacia el paisaje fotografiado de Sogamoso que debería mirar? ¿Por qué tiene el paisaje cercas, marco y vidrio? ¿No se derrite la jugosa y fría gelatina en Bogotá? ¿no será de cera y no estará destinada a desaparecer perdida de amor por un jarro de bronce? ¿Qué relación tuvo Suculenta con su molde duro como concha? ¿estuvo en cinta y conoció la maternidad? ¿Tienen las Alas una escala próxima al infinito?

¿Es un hombre feliz cuando hace lo que le gusta desde el momento en que se levanta hasta el que se duerme? Con casi 66 años falleció David Weiss. Fue el viernes 27 de abril de este año, 8 días antes de que la Luna se nos presentara en su perigeo. Durante muchos años, la mayor parte trabajando con Fischli, Weiss hizo lo que le gustaba, lo que quiso hacer: celebrar la normalidad de la vida con ironía y también con arcillas, fotografías, instalaciones, películas – y con preguntas. Cosas que quedan para que vean, disfruten y cuestionen las generaciones más jóvenes, cosas que así como la exposición ¿Me encontrará la felicidad?, hacen que el día de uno sea normal, pero amplio, y que la extraña y simple felicidad se acerque un poco más a nuestro estar en el mundo.

–Danilo Volpato

P.D: El título de este texto fue sacado y libremente traducido del libro Findet mich das Glück?


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