Nuestra Película: un video de Lorenzo Jaramillo realizado por Luis Ospina

“Los espejos son las puertas por las que entra la muerte; mírate lo suficiente en un espejo y verás a la muerte trabajando.“ —Jean Cocteau

“El cine se hace con los muertos. Se les coge, se les hace caminar y eso es el cine.” —Max Jacob

“El sida no es realmente una enfermedad, decir que lo es simplifica las cosas, es un estado de debilidad y abandono que abre la jaula de la bestia que teníamos dentro, a la que estoy forzado a dar plenos poderes para que me devore, a la que dejo hacer sobre mi cuerpo vivo aquello que se aprestaba a hacer sobre mi cadáver para desintegrarlo. Los hongos de la neumocistosis que son boas constrictoras para los pulmones y para el aliento, y los de la toxoplasmosis que arruinan el cerebro, están presentes en el interior de cada hombre, simplemente el equilibrio de de su sistema inmunitario les impide establecerse, mientras que el sida les da luz verde, abre las compuertas de la destrucción.” —Hervé Guibert, À l’ami qui ne m’a pas sauvé la vie, Paris, Galimard, 1990. p. 17

“El arte es lo que hace que la vida sea más interesante que el arte.” —Robert Filliou

Introducción

Un pintor, que ha perdido la vista y está enfermo, es filmado por un cineasta durante sus últimos días. Ambos deciden llamar a su proyecto Nuestra Película. Los créditos son: “Un video de Lorenzo Jaramillo realizado por Luis Ospina”.

Este texto se divide en dos partes. La primera es una transcripción de un diálogo con Luis Ospina, realizado durante un curso universitario de cine (2012). La segunda parte es una selección de capturas de pantalla de Nuestra Película, acompañadas de fragmentos de la transcripción del audio.

I. Sentidos

Luis Ospina:

“El origen de esta película es importante, generalmente uno escoge un tema, esta vez el tema me escogió a mí.”

“Esta película surgió porque soy amigo de Rosario Jaramillo, la actriz, hermana de Lorenzo Jaramillo. Cuando él ya estaba muy enfermo, ella habló con su hermano, y de ahí surgió la iniciativa de hacer la película. Ella le preguntó si le gustaría que hiciera una película sobre sus últimos días, y él dijo que sí. Yo conocía a Lorenzo Jaramillo muy poco; lo había conocido en París y, en otra oportunidad, cuando él era profesor en la Universidad de los Andes, me pidió dos películas mías: una sobre Andrés Caicedo y otra sobre Antonio María Valencia. A él le gustaron mucho y las mostró a sus alumnos aquí. Entonces dijo que sí le interesaba, pero si la hacía yo. Así fue como esta película cayó en mis manos.”

“Era una película que había que hacer con mucha urgencia porque la enfermedad estaba avanzando muy rápido. Después de esta conversación entre él y su hermana, concertamos una conversación entre él y yo porque sabía que él se iba a morir antes de que yo terminara la película. Yo quería saber qué le interesaba. Nos reunimos y hablamos; él era un gran conversador. Afortunadamente, ambos habíamos visto dos películas que fueron importantes para esta película: «Relámpago sobre el agua» de Nicolas Ray y Wim Wenders, que trata sobre los últimos días de Nicolas Ray. También habíamos visto una película del escritor Hervé Guibert, un francés que se había filmado a sí mismo con una cámara de video en los procesos finales de su enfermedad de sida.”

“La siguiente sesión fue filmar, había que grabar muy rápido porque no se sabía si él iba a morirse de un día para otro. El primer día de grabación llegamos y encontramos que Lorenzo esa noche había perdido la vista. Esto fue un shock, pero al mismo tiempo fue extraño porque él decía que esa mañana estaba mirando unos cuadros en su habitación. Me di cuenta de que la enfermedad ya le estaba comprometiendo un poco los procesos mentales, había cierto delirio en su discurso, lo cual en algunas partes de la película se hace más evidente, por ejemplo, cuando él habla de unos señores en unos sillones que están ahí. Esto fue muy impactante para mí. Recuerdo que el camarógrafo Rodrigo Lalinde estaba tan afectado que dejó la cámara andando y se fue al baño, mientras yo seguía ahí.”

“Decidir cómo es la película es parte de esa negociación con un sujeto al que uno va a filmar. Por eso le pregunto de entrada cómo le gustaría que fuera esta película. Yo cada vez fui cogiendo más experiencia para hacer la película con base en lo que hablaba con él. Grabé a las personas que él me indicó. Fui a París a entrevistar a Luis Caballero, quien también ya comenzaba a enfermarse. Tenía horas de material de Lorenzo hablando, alrededor de nueve horas, y no sabía qué hacer con eso.”

“Durante un año no supe cómo encontrarle la forma, cómo hacer una película que me estaba venciendo en el sentido de que no sabía cómo realizarla. Un buen día, en la ducha, así como Arquímedes, me vino esta iluminación y pensé en los cinco sentidos, porque veía ese material y noté que él hablaba de los cinco sentidos: de la comida, del olfato, del tacto, sin habérnoslo propuesto. Además, se me hizo la estructura perfecta para la película porque es una persona que disfrutó mucho de los cinco sentidos y los fue perdiendo uno a uno. Una vez que supe eso, fue como encontrar la clave que me permitió hacer el montaje de la película. La película se filmó en diciembre de 1991 y enero de 1992, y la terminé en 1993, pero estuve rumiando la película durante un año sin editar un plano.”

“Me di cuenta de que la película era de alguna forma autobiográfica en el sentido de que me identificaba tanto con lo que él decía, teníamos las mismas pasiones, por ejemplo, por el cine, por la comida, por la música. […] Cuando yo conocí a Lorenzo era otra personalidad, era una persona muy arrogante. No tiene la humildad que tiene aquí en la película. Eso es curioso porque yo creo que la enfermedad lo fue cambiando a él. Entonces la película muestra también el proceso de cambio de una persona. Él era muy conocido por ser muy extravagante y vestirse muy pintoso, y aquí él tiene una humildad increíble, él era una persona muy opinionada. La enfermedad, la muerte, la proximidad de la muerte, también produce cambios en las personas.”

“La cámara tiene esa capacidad inherente de filmar la muerte. Si tienes una cámara enfrente toda la vida, vas a filmar la muerte. Se me hizo interesante el reto de tratar directamente la muerte. Por otro lado, mi mamá se estaba muriendo al mismo tiempo, estaba en un proceso de enfermedad, y yo me estaba quedando con ella. De día filmaba con Lorenzo, y cuando llegaba a casa, era la misma situación. Siento que la película me ayudó a enfrentar el tema de la muerte, a entenderlo, a no tenerle tanto miedo. El tema de la muerte siempre me ha obsesionado mucho, tanto en las películas como en mi vida. Siempre sentí desde pequeño que estaba en peligro de muerte todos los días, y todavía lo siento.”

“Haciendo esta película, aprendí muchas cosas. Una de ellas es lo que Lorenzo me dijo en un momento: ‘Cuando no trabajo, trabajo’. Eso para mí ha sido una justificación para muchas cosas. Si estoy haciendo una película y de pronto no quiero filmar ni trabajar en las notas ni investigar, me voy al cine o leo un libro, y veo eso como parte de la película. No trabajo, trabajo. Eso es muy importante para no tener problemas de culpa por procrastinar.”

“Pienso que esta es de las pocas películas optimistas que he hecho. El final es casi espiritual, y yo no soy creyente de nada, pero cuando aparece la palabra «fin», entra la luz, es como algo espiritual. La película no es tan negativa como las otras películas que he hecho, a pesar de ser sobre la muerte, también es sobre la vida. Por eso utilicé un artificio: al principio Lorenzo aparece en color y todos los vivos salimos muertos en blanco y negro, porque el blanco y negro se asocia con la muerte, con el pasado. Después, al final, cuando él se acerca a la muerte, eso se invierte. Los testimonios salen en color y hay un momento de ruptura donde yo estoy aquí, entre la vida y la muerte, en colores y en blanco y negro.”

“No sentí ninguna limitación porque él me dio carta blanca, y lo dice en la película: ‘A mí no me importa si hay 10 cámaras o 1000 cámaras filmando esto, si esto es lo que quiero y es lo que estás esperando de mí’. Las escenas de la clínica las eliminé porque ahí sí me sentí como un gallinazo con una cámara, porque él no estaba en sus cabales, estaba delirando, viendo cosas. Él me decía: ‘Luis, ¿por qué no te tomas una copita de vino?’. Y yo le decía: ‘Pero, ¿cómo así, Lorenzo? ¡Allí no hay una copa de vino!’”

II. Cuadros vivos

Lorenzo Jaramillo: “Ay vea qué sueño el que tuve casi. No, yo nunca he sido muy de sueños, pero mire qué sueño el que tuve antenoche. Yo veía, pero no era una, no era de pronto una apertura de una ventana. No era que de pronto, ay, estoy viendo, no, nada, sino que de pronto, yo dije, ay, estoy viendo que me ensillen el caballo. Yo no pensé en explicar, ni en agradecer, ni en averiguar, ni en confirmar, ni en nada. Qué sueño tan raro, ¿no?, como tan simple y tan bonito, una revuelta a la visión, sin drama, sin nada, como si no hubiera pasado nada.”


Lorenzo Jaramillo: “Entonces para mí esto es como un cuadro hecho por una persona que casi ya no se puede mover. Son cosas un poco complicadas, pero si algo se le ocurre al respecto, pues a mí no me molestaría que habláramos, porque es una manera de yo también trabajar y sacar cosas. Esta mañana estaba viendo al frente mío, al frente mío hay dos cuadros enmarcados en negro de unos grabados. No, esos son unos dibujos de Henri Michaux. Esto no tiene nada que ver con lo que estaba diciendo, pero se me ocurrió mientras ustedes llegaban esta mañana. Siempre me ha gustado estar aquí, de pronto mirar esos garabatos que no sabemos si son gentecita, garabatos, hormiguitas, o simplemente unos signos ahí que él hizo. Se me ocurre en este momento que podríamos estar trabajando nosotros con signos, sin ocuparnos de la historia ni de lo que estamos haciendo, ni de que se vea bonito, ni de que tenga coherencia, sino creando tal vez signos para crear una cosa que llamaremos… nosotros la llamamos ‘Nuestra Película’. No sé si llamarla documental o qué, pero yo la llamo la película de Luis Ospina sobre mi trabajo, porque hay que llamar las cosas de alguna manera. Y es un poco eso, unos signos ahí arreglados como en un lenguaje que no es necesariamente el documental sobre la obra de Lorenzo Jaramillo, sino una cosa allí. Vamos a ver qué nos sale.»


Lorenzo Jaramillo: “No, eso sí fue un buen día que sentí una manchita negra y entonces ahí estaba y era más difícil trabajar, etcétera, y los médicos iban viendo y decían esto es tal cosa, tatatá, etcétera, medicamentos, y de pronto en veinte días se desarrolló mucho la enfermedad, y todos mis planes se tuvieron que cambiar porque ya no se trataba de trabajar con esfuerzo, sino de no poder trabajar, ¿no? En cuanto al trabajo, eso sucedió, y en cuanto a la vida, pues es una catástrofe que se desarrolla en diez días, ¿no? Como las catástrofes a veces suceden. De pronto quedo yo como con mis recuerdos, ahí trémulo, ¿no es cierto? Con mis cosas en la cabeza, que es lo único que le queda a uno, y por eso, menos mal, pienso yo, estamos haciendo esto, que es una manera de todavía lanzar a la vida algo de lo que uno tiene en su cabeza, ¿no? Eso me gusta de nuestra película.”


Lorenzo Jaramillo: “Yo ya no salgo, yo ya no salgo del hueco en que me caí.”


La captura es el inserto de un breve fragmento de la película El Misterio Picasso (1956) de Henry-Georges Clouzot:

“El pintor anda a tientas sin esperanza como un ciego en la oscuridad de la tela blanca…”


Lorenzo Jaramillo: “Entonces para mí, Luis, salir a la vida cotidiana de la gente en la calle y en la ciudad pues es… Yo no puedo. Es decir, yo todavía el día de mi exposición veía bien, más o menos, con defectos, pero veía. No, yo subía y bajaba y veía, y ya dos semanas después comencé a perderla, pero a paso aceleradísimo. No, pero después de eso se me fue apagando la luz. Esa es mi visión, negro, noche. A mí me decían: «Le leemos, diga qué quiere que le leamos, ¿algún clásico español?» Yo estoy muy mal acostumbrado a leer las cosas en sus idiomas. Si a usted le dicen: «Bueno, le vamos a dar un libro, le vamos a leer un libro.» Y usted piensa que tal libro sí es importante leer, ese libro que usted estaba leyendo. Sí, pero lo estaba leyendo cuando estaba sano. Pero ahora, ¿tiene importancia acabar de leerlo? Es extraño, ¿no?”


Lorenzo Jaramillo: “Y naturalmente uno piensa en la pobre, en la pobre y resobada, pero en la pobre de todos modos, y también admirable Frida Kahlo. ¿Cómo no pensar en la enfermedad en Frida Kahlo, que sufrió terriblemente? Cuando piensa uno en dolor, de pronto, y piensa en Frida Kahlo, se da cuenta de que hay dolores enormes. Hay gente que no lo soporta y hay gente que, aunque no lo soporte, lo lleva. Pero en todo caso, son unos cuadros muy particulares y apasionantes, y sobre todo unos cuadros terribles porque ella los hizo muriéndose del dolor y de la enfermedad, y con unos esfuerzos que realmente, sobre todo si usted estaba enfermo, usted casi que ni entiende cómo alguien fue capaz de hacer semejante esfuerzo y de pasar por semejante ordalía para lograr pintar algo cuando ella se podía haber quedado dopada en una cama esperando morirse. Estoy seguro de que ella al fin y al cabo tampoco pintaba todos los días, y que muchas veces dijo «carajo, un poco más de morfina y ya».”


Lorenzo Jaramillo: “Si yo estuviese bien, pues qué bonito sería [ir al jardín de la casa], ¿no? Y yo hoy ya no, porque yo ya no veo las flores ni nada. Pero todo esto era porque, digamos, era una micro naturaleza, una microvisión de la naturaleza que es el jardín de mi casa. Un jardín para mí se volvió como el consuelo total, el momento único, uno de los dos o tres momentos en la vida en que yo, por más que tenga problemas, me siento bien. Pero ya no lo veo. Ay, eso para mí era… yo pensaba: «Esto para mí es el paraíso», y se acabó esa posibilidad de paraíso. Ay, Luis, el único consuelo que le queda a uno en esos momentos es saber que uno vio días espléndidos, ¿no? Y se salió a los jardines, y el día espléndido lo acarició y todo eso.”


Lorenzo Jaramillo: “Muchas veces yo no trabajaba, no era el pintorcito; me iba al cine o algo así todo el tiempo. Y de pronto, medio pintaba porque había que pintar; tampoco se podía dejar esa pobre pintura abandonada constantemente. No porque yo no pienso a veces que el trabajo de uno necesariamente sea su gran pasión, porque es una cosa tan ardua y tan difícil a veces que no se puede tratar de esa manera. Yo creo que puede ser la razón de existir; yo creo que puede ser la cosa de la vida. Más pasión significa otra cosa, y yo creo que mi pasión sí fue, sí ha sido el cine.”


En esta captura vemos una escena de la obra de teatro Jacobo y su amo (1992) dirigida por Ricardo Camacho en el Teatro Libre de Bogotá. Lorenzo Jaramillo hizo la escenografía. Vemos a dos personajes, uno le dice al otro:

“Hay una mancha en mi vida pasada, es solo una mancha una única mancha”.


Lorenzo Jaramillo: “La música que en una época siempre oí con mucho placer y que ahora casi no oigo porque me interrumpe en mis pensamientos, de pronto se me viene a la cabeza y quiero oírla, pero no sé si es la música interior o qué la reemplaza o los pensamientos. Es como si vas a un concierto y hay un señor hablando al lado o dos señores conversando al lado. ¿Por qué los haces callar o por qué toda la gente les dice «Chito, déjenos oír en paz el concierto»? Pues porque la música no está diseñada para ser oída mientras uno habla. Cuando te enfermas, no de una gripe o una pierna rota que sí te permite oír tus sonatas, sino de enfermedades mucho más graves y profundas que a veces te cambian la vida tanto que te la quitan, no sabemos qué viene a cambio. Cuando estás con una enfermedad o en circunstancias tan distintas y enormes, hablas y oyes cosas nuevas, tienes al lado señores desconocidos que te hablan de cosas raras que nunca habías pensado, y esos diálogos son incompatibles con la música. Debes escoger entre decirles a esas voces «¡Chito!» para oír tu sinfonía o no oír la sinfonía. Ya oí mucha música, no toda, ni la conozco para nada, pero en este momento me interesa más hablar con el señor del sillón de al lado porque tiene cosas que decir.”


Lorenzo Jaramillo: “Yo hice una serie de dibujos que se llamaba «Suite de las muchachas extravagantes» que, como expliqué en un texto, alguna vez en el radio tocaron la apertura de «Girl Crazy» de Gershwin. En vez de decir «Vamos a presentar la apertura de ‘Girl Crazy'», dijeron «Vamos a presentar la suite de las muchachas extravagantes», lo cual es una especie de falsa y pseudo-graciosísima. Entonces dije, «Vea, pero tan falso, pero tan gracioso». Hay cosas que son erradas totalmente pero son graciosas. Es como el cuento de la rubia [Marilyn Monroe] diciendo tonterías, pero la rubia es encantadora. Entonces dije, «Bueno, hagamos, hagamos». Se me ocurrió hacer unas niñas saltando y ponerles un nombre casi surrealista bajo las circunstancias.”


Luis Caballero: “En un restaurante en Bogotá, un restaurante precisamente lleno de muchachos y de niñas bonitas, rubias, ojos azules, muchachos con moto, música fuerte. Lorenzo me dice: “Yo nunca tuve esa edad” y es verdad porque Lorenzo, eso hay que hacerlo a los años, si no, uno ya no lo hace nunca. Y Lorenzo, a los años, estaría en Alemania estudiando a Goethe, en Londres estudiando a Byron. No sé, sí, porque es que había una especie de parentesco entre Lorenzo y yo, digamos, o no de parentesco, sino de parecido por el hecho de haber vivido por fuera, por el hecho de ser pintores, por el hecho de ser maricas, por un montón de cosas que hacía que nos hubiéramos parecido. Y a mí me parece, muchas veces me pareció que era como yo mismo, pero en más joven.”


En esta captura vemos un fragmento de la película Barba Roja (1965) de Akira Kurosawa. El diálogo es el de un doctor veterano con un aprendiz en una habitación ante un paciente moribundo:

Aprendiz: “¿No tiene cura?”

Barbaroja: “No, este no es el único caso. Realmente no hay cura. La ciencia médica no sabe nada. Sabemos los síntomas y cómo se desarrolla. Nosotros tratamos de ayudar, pero eso es todo.”


Lorenzo Jaramillo: “¿Sabe una cosa, Luis, que he descubierto con la enfermedad? Es la pizza. La pizza me gusta y yo prefiero porque he tenido problemas con la comida. Estuve hospitalizado este año por desnutrición y otros problemas, y para mí comer es muy difícil. No es que todo me llama la atención, y muchas veces surge el problema de que yo qué voy a comer. Yo he descubierto la pizza, que me gusta, es muy fácil y a nadie molesta. Se pide una pizza, me como un pedazo o dos, y el resto se guarda para el otro día. Digo, ¿qué quiero comer? Ah, tengo por ahí mi pizza. Entonces, por favor, me calientan un pedazo de champiñón y un pedazo de pimentón, me calientan mis pedacitos, y me los como ahora. Me los como con la mano, que es más fácil. Delicioso. Es de las pocas cosas que como, gozo como un bobo.”


Luis Caballero: “La gente decía en cierto momento que me copiaba a mí al final. Mentiras. Era yo el que lo copiaba a él porque cuando yo conocí a Lorenzo, y sobre todo que conseguí un modelo que luego me prestó, digamos, y usábamos el mismo modelo, yo trataba de hacer dibujos a lo Lorenzo mientras que él nunca trató, o si acaso trató de hacer dibujos a lo quién sabe quién, como él conocía a todo el mundo, y yo no, entonces él estaba mucho más enterado de en quién había que inspirarse […] Si yo cierro los ojos y pienso en la obra de Lorenzo, yo personalmente lo veo como un gran gráfico, como un gran dibujante más que como un gran pintor. Porque hay muchos pintores que pueden pintar o llegar a pintar también como él, pero dibujar es muy difícil, porque el dibujo es una cosa mucho más directa y mucho más, digamos, inclusive de nacimiento. El dibujo se aprende menos que la pintura, y Lorenzo era sobre todo un gran dibujante.»


Lorenzo Jaramillo: “Yo he sido de poca obra y he tratado de que al terminar un cuadro esté terminado y como me satisface. Entonces, esos pocos cuadros que andan por ahí, de alguna manera, todos me han satisfecho. Yo no sabría escoger el cuadro o los cuadros. Por eso les pedí a Germán Rubiano y a usted que escogieran lo que se podría mostrar en esta película de mi obra porque yo no quería escoger ni juzgar. No sé cuáles son los mejores o los peores, no tengo idea. No es porque uno quiera igual a todos los hijos, que entre otras cosas a veces desgraciadamente no es así, sino porque yo no sabría juzgar. Yo he hecho de la mejor manera todo lo que he hecho, sé que hay cuadros muy buenos, pero no es para mí ir y decir «vea este cómo es de bueno». Yo creo que si los dejé salir fue por algo y creo que he tenido razón más o menos. No sé si esto es puro, pero no creo que nadie haya dicho nunca «qué cuadro tan malo de Lorenzo Jaramillo». Entonces, esa es la cosa: yo no sabría escoger. Mi idea siempre ha sido pintar lo mejor posible según lo que yo considero que es pintar un cuadro bien pintado. Es como una relación, de alguna manera tan modesta y sin encanto, la que uno tiene con sus cuadros. Ellos se van. Ellos se van.”


Hernán Díaz: “Habiendo él vivido en Francia, me acuerdo que le dije que los mismos franceses dicen que es mejor haber amado y haber perdido que no haber amado nunca, y él se ponía pensativo y reanudaba. Yo le iba a hacer unos retratos con mi cámara y por eso tengo la cámara guardada aquí debajo de este brazo y la otra mano, como él quería que la tuviera. Había momentos en que yo abría los brazos y le tomaba la foto. Generalmente, en el momento en que estaba distraído, nunca lo vi preocupado. Eso que le conté de la pena de amor siempre la tomó con un fruncido raro. Yo le dije: «¿Qué le está pasando? ¿Qué le cambió la cara ahora que le estoy tomando las fotos?» Entonces me confesó, pero yo no sabía que sería su real pena, ya sabía que se iba a morir. Yo no lo sabía y no debí meterme en esto, porque siendo retratista, si tú me vienes a preguntar quién era él, yo debí mostrarte un retrato. ¿Sabe qué le dije para que se riera porque hacía rato no se había reído? Le dije que pensara porquerías. Sí, en este momento está posando. Este momento no es inadvertido. Le dije: «Deje el pincel ahí donde lo tiene y mire para afuera, y le dije no mire muy lejos porque no quiero que le queden los ojos blancos.» Aquí estamos hablando. No recuerdo exactamente qué está escuchando, pero yo traté en todo momento de salirme de la cosa dramática porque eso es lo que él realmente quería. Y esta fue la última foto que le tomé después de que hablamos. Esta foto es tomada a través de una mesa. Me gusta porque tiene la luz que a mí me gusta, tiene la expresión verdadera que él tuvo durante esos tres últimos días y porque la foto tiene una intriga detrás de esa mirada.”


Luis Ospina: “¿Nunca te ha incomodado tener una cámara ahí?”

Lorenzo Jaramillo: “No, no, no, Luis, porque por muchas cosas, primero, después de todas mis aventuras de salud y de todo eso, realmente me importan muy pocas cosas. Entonces, que una cámara esté ahí parada, eso sí, realmente para mí no tiene ningún motivo de preocupación. Puede estar ahí parada, haber diez cámaras, lo que usted quiera, yo realmente no tengo problema con esas cosas […] Entonces, si usted me pregunta sobre mi enfermedad o qué pienso de irme a morir pronto o cosas de esas, pues, entre no decir nada y quedarme temblando y decirle lo que pienso, sea lo que sea, pues es mejor decirle lo que pienso, que al fin y al cabo es lo que usted está esperando de mí. Además, ¿qué importa decirlo? Y además, ¿a quién va a molestar? Y si a alguien le molesta la idea o lo que yo diga, pues qué lástima, ¿no? Porque uno debe… pues le queda tan poco tiempo, se da uno cuenta cuando hay una circunstancia así, que si usted quiere decir algo o necesita, pues lo dice, y si a otras personas no les cuadra, pues qué lástima, ¿no? Pero las otras personas son las otras personas. Entonces, a mí no me molesta para nada este tipo de cosas, Luis. Para nada. No sé, yo siempre al principio pensé un poco con miedo en el problema, un tris como exhibicionismo, pero después dije no. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, hagamos como Bukowski, digamos cosas…”


Luis Ospina: “A veces me pregunto cómo se va a ver un trabajo como este en la televisión, por ejemplo, donde está acompañado a veces de comerciales, de telenovelas o enfrentado con otras cosas,

Lorenzo: “¿Y esto con comerciales metidos en plena frase?”

Luis Ospina: “Yo no sé, no creo.”

Lorenzo Jaramillo: “Pues esperemos que no, porque entonces nos va tocar filmar los comerciales para que no nos dañen mucho la cosa. Pero que la televisión sea interrumpida por los chillidos y por los alaridos y todo eso, a mí no me molesta. Me parece que puede ser gracioso, como espectáculo, interesante. Y a ver qué tanto resiste nuestra peliculita el aire horrible de la televisión.”


Rainer Maria Rilke: “Todo ángel es aterrador, y sin embargo, ¡Ay de mi! Os invoco, casi letales pájaros del alma…”


Lorenzo Jaramillo: “La idea de la muerte también puede cambiar, y aunque yo no conozco la mentalidad ni la filosofía de gente oriental, ellos tienen otras ideas sobre la muerte, diferentes a las de uno, ¿no?, y precisamente interesantes, de tranquilidad. Porque la muerte no es simplemente decir ‘no, yo no me quiero morir, yo no me quiero morir’, sino otras cosas. ¿Qué encuentro después? No sé. ¿Qué estoy esperando? Lo único que le digo es esa tranquilidad, y en ese sentido, la esperanza es una esperanza en el pasado, ¿se fija?. Era la dolce vita naturalmente sin preocupaciones, todo delicioso y lindo. Por eso tal vez, probablemente, fui tan feliz. ¿No?. Porque era una vida perfecta. Y pinté cosas que no estuvieron mal, grandes cabezotas, trípticos de mujeres bailando. Sí, no me quedaron mal. ¿Acabamos por hoy?»


[Publicado en Revista El Malpensante #262 – 263]


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